En un sorprendente giro de los acontecimientos, el iceberg A23a ha encallado en las aguas cercanas a Georgia del Sur, una pequeña isla en el Atlántico Sur. Con un área estimada de 3.234 km², este gigantesco bloque de hielo es el doble del tamaño de São Paulo, y ha estado a la deriva desde 2020. Su llegada a estas aguas plantea interrogantes sobre el futuro de la fauna local, compuesta por millones de pingüinos y focas.
La isla de Georgia del Sur es un territorio británico, habitado por un puñado de científicos y una abundante vida silvestre. Actualmente, el iceberg se encuentra a aproximadamente 70 km de la costa, y su base, que toca el lecho marino, podría provocar que se desintegre. Si esto ocurre, podría hacer más difícil la búsqueda de alimento para 65 millones de aves de diversas especies y 5 millones de focas.
Impacto en la fauna local
La comunidad científica está observando de cerca el A23a, que se encalló el 1 de octubre. Andrew Meijers, oceanógrafo del British Antarctic Survey, ha indicado que si el iceberg permanece en su lugar, su impacto podría no ser tan negativo como se temía. En años anteriores, otros icebergs que siguieron rutas similares terminaron dispersándose y derritiéndose, y se espera que el A23a siga este patrón.
El A23a es el iceberg más antiguo de los que se han rastreado, desprendiéndose de la Antártida en 1986. Durante su travesía, ha perdido tamaño, pasando de 3.900 km² a su estado actual. Sin embargo, su encallamiento puede tener un efecto positivo: los nutrientes almacenados en su interior podrían enriquecer las aguas circundantes, aumentando la disponibilidad de alimento para la fauna local.
A pesar de su tamaño imponente, el A23a no representa un peligro inmediato para la navegación. Los barcos pueden maniobrar fácilmente a su alrededor, aunque hay preocupaciones sobre los fragmentos que podrían desprenderse y afectar las rutas pesqueras comerciales. En las últimas décadas, la pérdida de hielo en la Tierra ha sido alarmante, alcanzando 6 trillones de toneladas. Este fenómeno se ha acelerado por el cambio climático, lo que podría llevar a una crisis global si no se controla.