Helena tenía solo 9 meses cuando el iPhone fue presentado al mundo, un dispositivo que cambiaría la forma en que interactuamos con la tecnología. Desde entonces, los smartphones han evolucionado de ser herramientas para ejecutivos a convertirse en compañeros inseparables de la vida diaria de millones, incluidos los estudiantes. En el mundo de hoy, mientras las aulas comienzan un nuevo año escolar, se debate la efectividad de la prohibición de estos dispositivos en las instituciones educativas.
La realidad es que, a pesar de las restricciones, el uso de celulares en las escuelas es omnipresente. Durante la pandemia, muchos estudiantes se adaptaron a un nuevo normal, utilizando sus teléfonos para asistir a clases en línea, lo que llevó a una dependencia aún mayor. Helena, que ahora tiene 18 años, recuerda cómo el celular se convirtió en una herramienta esencial para comunicarse con sus compañeros y acceder a información durante sus años escolares.
Impacto en el aprendizaje y la concentración
El uso de smartphones en el aula ha sido objeto de estudio, y los resultados son preocupantes. Aproximadamente el 80% de los estudiantes brasileños admiten que se distraen con sus teléfonos durante las clases. En comparación, solo un 21% de los estudiantes japoneses reportan la misma distracción. Este fenómeno ha llevado a la creación de leyes como la sancionada en Brasil que prohíbe el uso de dispositivos electrónicos durante las clases, exceptuando los casos de necesidades pedagógicas o de salud.
Los datos del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) revelan que los alumnos que usan el celular para entretenimiento menos de una hora al día obtienen mejores resultados en matemáticas que aquellos que lo utilizan durante 5 a 7 horas. Esto pone de manifiesto la necesidad de establecer límites claros sobre el uso de estos dispositivos en el entorno escolar.
Sin embargo, la mera presencia del celular puede ser suficiente para disminuir la capacidad cognitiva de los estudiantes. Un estudio de la Universidad de Texas mostró que los participantes que no tenían su teléfono a la vista ejecutaron mejor tareas que aquellos que lo tenían en su bolsillo o en la mesa. Esta distracción constante afecta la atención y la capacidad de retener información, habilidades críticas para el aprendizaje.
La atención de los adolescentes ya es volátil, y la llegada de las notificaciones puede fragmentar aún más su capacidad de concentración.
De hecho, se estima que los jóvenes reciben alrededor de 240 notificaciones diarias, lo que contribuye a una disminución en su habilidad para enfocarse en tareas prolongadas, como las que se requieren en las aulas.
El impacto en la salud mental
La adolescencia es un período crítico para el desarrollo emocional y mental. La proliferación del uso de smartphones ha coincidido con un aumento alarmante en los problemas de salud mental entre los jóvenes. En Estados Unidos, los reportes de depresión entre adolescentes han aumentado drásticamente desde 2010, y España no está exenta de esta tendencia. La combinación de presión social, comparación constante en redes y la falta de habilidades sociales en la vida real está afectando gravemente a la salud emocional de los estudiantes.
El psicólogo Jonathan Haidt sugiere que el uso excesivo de redes sociales está contribuyendo a la crisis de salud mental en los jóvenes, reemplazando experiencias de socialización en el mundo real. Las chicas, en particular, son más vulnerables a los efectos negativos de la exposición constante a imágenes manipuladas en línea, lo que afecta su autoestima y bienestar.
Por otro lado, los chicos tienden a verse más afectados por el tiempo dedicado a los videojuegos y la pornografía, lo que los aleja de interacciones sociales importantes. Esto ha llevado a una creciente sensación de soledad y desconexión entre los jóvenes, un fenómeno que se ha intensificado en los últimos años.
Por lo tanto, la pregunta no es solo si se deben prohibir los celulares en las escuelas, sino cómo encontrar un equilibrio saludable que permita a los estudiantes aprender a utilizar la tecnología de manera responsable. La educación debe adaptarse a esta nueva realidad, y las escuelas tienen un papel crucial en enseñar no solo el contenido académico, sino también habilidades sociales y emocionales que son esenciales para la vida.