Cuando pensamos en el FPS de un protector solar, a menudo imaginamos que se relaciona con el tiempo que podemos estar bajo el sol sin quemarnos. Sin embargo, esta idea es un mito que es importante desmitificar. El FPS realmente indica la cantidad de radiación UVB que puede atravesar la barrera protectora que nos ofrecen estos productos.
Para ponerlo en perspectiva, un FPS de 30 significa que solo 1/30 de la radiación solar logrará llegar a nuestra piel. En otras palabras, el 96.7% de los rayos son bloqueados. Por su parte, un FPS de 50 filtra hasta el 98%, aunque la diferencia en la protección real entre estos dos niveles no es tan drástica como parece.
La realidad detrás del FPS
Es fundamental comprender que, aunque muchos protectores solares también protegen contra la radiación UVA (responsable del envejecimiento de la piel), el FPS solo mide la protección contra los rayos UVB, los principales causantes de quemaduras y cáncer de piel.
El FPS se calcula mediante pruebas en laboratorio, utilizando voluntarios con piel clara. Estos participantes son expuestos a diferentes dosis de radiación ultravioleta, y se analiza cuál es la menor cantidad necesaria para provocar eritema (enrojecimiento) en las áreas protegidas y desprotegidas. Así, se determina el valor del FPS.
A menudo se dice que si una quemadura en piel desprotegida tarda 10 minutos en aparecer, un protector solar con FPS 30 podría extender ese tiempo a 300 minutos. Aunque esto es cierto en condiciones controladas, no se considera que la intensidad solar varía a lo largo del día. Además, factores como el sudor, el agua y el roce de la ropa pueden disminuir la eficacia del producto con el tiempo, por lo que es recomendable reaplicarlo cada dos horas.