En un giro radical de la economía, Camboya es un ejemplo de cómo la eliminación de monedas y billetes puede transformar drásticamente una sociedad. En 1975, con la llegada al poder de los Khmer Rouge, liderados por Pol Pot, el país decidió erradicar su moneda local y, de paso, destruyó el edificio del Banco Central.
La razón detrás de esta decisión fue la intención de instaurar una forma extrema de control económico, donde el gobierno se encargaría de distribuir alimentos, ropa y viviendas a todos los ciudadanos, eliminando cualquier forma de economía de mercado. Sin embargo, la realidad fue muy diferente. En lugar de crear una utopía socialista, la población se vio obligada a recurrir al comercio clandestino, utilizando metales preciosos y dólares estadounidenses para sobrevivir.
Las trágicas consecuencias de abolir el dinero
El régimen consideraba que los pagos salariales fomentaban el individualismo y la avaricia, ideas que chocaban con su visión marxista. Pero al eliminar el dinero, el pueblo cambió su forma de intercambiar bienes y servicios. El comercio informal floreció, y a pesar de las intenciones del gobierno, el uso de divisas extranjeras se convirtió en una necesidad para la población.
Las autoridades, irónicamente, también terminaron utilizando el dólar para transacciones internacionales y para manejar los gastos del gobierno, lo que demuestra la imposibilidad de erradicar completamente el dinero en una economía. La economía camboyana aún sufre las secuelas de esta decisión drástica, dejando una lección sobre la importancia de las estructuras monetarias en la estabilidad de una nación.
Este episodio sirve como un recordatorio de que las ideologías extremas pueden llevar a resultados devastadores, y que la abolición del dinero no es la solución a los problemas económicos.