El universo a veces nos sorprende con giros inesperados y, en este caso, la historia de un planeta que parecía haber sido devorado por su estrella ha tomado un rumbo fascinante. Un nuevo estudio, basado en datos del telescopio espacial James Webb, ha revelado que, en realidad, el planeta se lanzó hacia la estrella en un evento sin precedentes.
Todo comenzó en 2020, cuando el Observatorio Palomar, en California, detectó un destello proveniente de una estrella llamada ZTF SLRN-2020, situada a 12,000 años luz de la Tierra. Este brillo intenso y prolongado despertó la curiosidad de los científicos. Al analizar datos previos del telescopio NEOWISE de la NASA, notaron que la estrella había estado aumentando su brillo en el infrarrojo durante el año anterior.
Un final inesperado
Inicialmente, se pensó que la estrella, clasificada como gigante roja, había crecido tanto que había engullido a un planeta gaseoso que orbitaba a su alrededor. Un desenlace digno de una telenovela espacial. Sin embargo, el James Webb, con su poderosa visión infrarroja, desveló la verdad: la estrella no era una gigante roja, sino que tenía solo el 70% de la masa de nuestro Sol.
Esto significa que el planeta no fue devorado, sino que fue el responsable de la colisión. Los astrónomos creen que el planeta en cuestión era probablemente uno de esos llamados ‘Júpiteres calientes’, mundos gaseosos que se forman lejos de su estrella, pero que migran hacia el interior. En este caso, las fuerzas gravitacionales de la estrella comenzaron a atraerlo, llevándolo a acercarse peligrosamente a su atmósfera.
Una vez que el planeta empezó a rozar la atmósfera estelar, la situación se volvió incontrolable. Según el investigador Morgan MacLeod, “el planeta comenzó a caer rápidamente, esparciéndose alrededor de la estrella”. Esta colisión generó una inmensa nube de gas que se expandió, formando un anillo brillante alrededor de la estrella.
Pero la historia no termina aquí. El James Webb detectó un disco de gas alrededor de la estrella con características similares a las de las regiones donde se forman los planetas. La astrónoma Colette Salyk expresó su sorpresa al encontrar algo que se asemeja a una zona de formación planetaria, aunque en este caso no se están formando nuevos planetas.
A medida que los detalles de este fenómeno se van desvelando, se abre una nueva frontera en la astronomía. Es posible que pronto se identifiquen otras colisiones similares gracias a telescopios como el Vera C. Rubin Observatory y el Nancy Grace Roman Space Telescope. Este descubrimiento fue publicado el 10 de abril en la revista The Astrophysical Journal, demostrando una vez más que el cosmos nunca deja de asombrarnos con sus historias sorprendentes y giros inesperados.